GENARO PEREZ GUTIERREZ.
el
gerente de colanta, es reconocido como el señor de las vacas, El responsable
de la cooperativa lechera más grande de Latinoamérica difícilmente puede hablar
más de dos minutos sin mencionar algo que tenga que ver con vacas.
Pérez Gutiérrez no solo habla de vacas sino que compra
compulsivamente figuras de esos animales. Las tiene de porcelana, plástico,
yeso, peluche... Y en todas las posiciones imaginables... sentadas, riendo,
pastando, pariendo. Además, las lleva dibujadas en más de 30 corbatas.
Es tan incisivo con el tema que algunos de sus amigos dicen
que por las venas de este empresario no corre sangre, sino leche.
Esa posibilidad no es lejana pues se toma casi dos litros diarios.
"La leche me gusta más que a ternero chiquito", reconoce apoltronado en su oficina de la cooperativa Colanta, en el norte de Medellín.
Allí ejerce sus funciones con omnipotencia este zar de las vacas, a quien algunos socios de Colanta han acusado de manejos irregulares al frente de la cooperativa.
En su oficina, las vacas dominan los muros y la biblioteca. De las paredes cuelgan ocho cuadros de ganadería pintados al óleo. En los entrepaños de madera, detrás del escritorio, en lugar de libros, hay figuras de vacas.
Armado de una vara larga y delgada, Pérez Gutiérrez diserta sobre las cualidades y desventajas de cada raza. Lo hace con la propiedad que le otorgan sus títulos de veterinario, genetista y su experiencia de 40 años como ganadero.
Además, ha viajado por más de 80 países para conocer nuevas razas y para traer al país el semen de cotizados reproductores de Europa o Estados Unidos.
Esa posibilidad no es lejana pues se toma casi dos litros diarios.
"La leche me gusta más que a ternero chiquito", reconoce apoltronado en su oficina de la cooperativa Colanta, en el norte de Medellín.
Allí ejerce sus funciones con omnipotencia este zar de las vacas, a quien algunos socios de Colanta han acusado de manejos irregulares al frente de la cooperativa.
En su oficina, las vacas dominan los muros y la biblioteca. De las paredes cuelgan ocho cuadros de ganadería pintados al óleo. En los entrepaños de madera, detrás del escritorio, en lugar de libros, hay figuras de vacas.
Armado de una vara larga y delgada, Pérez Gutiérrez diserta sobre las cualidades y desventajas de cada raza. Lo hace con la propiedad que le otorgan sus títulos de veterinario, genetista y su experiencia de 40 años como ganadero.
Además, ha viajado por más de 80 países para conocer nuevas razas y para traer al país el semen de cotizados reproductores de Europa o Estados Unidos.
Ahora, se trepa en una escalera y toma de la parte alta de
los entrepaños una vaca de porcelana de color castaño.
Cuenta que la compró en Nueva Zelanda, hace unos dos años, y voló 18 horas con el animal sobre las piernas, en una caja de cartón, por temor a que se la rompieran.
Cuenta que la compró en Nueva Zelanda, hace unos dos años, y voló 18 horas con el animal sobre las piernas, en una caja de cartón, por temor a que se la rompieran.
Dice que sus 70 años los ha vivido entre vacas. Nació en Entrerríos, un poblado incrustado en las montañas del norte de Antioquia. En esa región, su padre tenía dos fincas con unas 40 reses.
Antes de irse a la escuela, Jenaro ayudaba a ordeñar una vaca que su mamá mantenía a pocas cuadras de la casa para la leche diaria. A la muerte de su papá recibió de herencia una finca. Luego les compró las reses a su mamá y a un hermano.
Hoy, Pérez Gutiérrez tiene 750 cabezas de ganado en dos fincas de Santa Rosa de Osos y Belmira. Allá experimenta con nuevas razas. Así sacó un animal negro y grande, para vender por kilos, al que bautizó F-1.
Después de que Pérez Gutiérrez arranca a hablar de sus vacas -y siempre lo hace- , es difícil meterlo en otro tema. Por eso, las personas que lo conocen aseguran que al gerente de Colanta es mejor no invitarlo a una boda porque termina hablando de vacas hasta con la novia.